miércoles, 19 de enero de 2011

Las cosas empiezan a tomar un nuevo orden: los libreros se han convertido en botiquines improvisados, los buroes se han transformado en mesa de televisión, las sillas en tendederos nocturnos...
Las avenidas, los sitios, los visitamos con nuevos ojos: paseamos por Tlalpan y nuestro caminar siempre va acompañado por descripciones del lugar, lo que algún día hicimos ahí, la última vez que acudimos, los futuros posibles cuando él pueda caminar y correr...
Los horarios se vuelven rompecabezas que cambian según los humores: en ocasiones nos paramos más de una vez en la madrugada; otras, nos dormimos después de media noche; algunas, antes de que den las diez...
Pero diario hay algo nuevo: una caricia, una mueca, un dolor, una alegría...
Y así avanzamos: aprendiendo de poco a redescubrir nuestra cotidianidad, a recrear rutinas, a innovar cada que se nos presenta un conflicto.
Despertamos, comemos, soñamos, planeamos, dormimos; en tanto él está recostado con una placidez envidiable. Nosotros lo observamos y sentimos que mientras estemos así, todo marchará bien.

3 comentarios:

Rogelio Pineda Rojas dijo...

Y pronto vendrá la pelota pateada desde el medio campo de la sala directo a la portería del librero, para entrar justo entre MacEwan y Sada.
Saludos, maestro. Jaja. Bueno, es que no sé cómo referirme a ti ahora. Creo que comenzarás a usar sacos con parches de carnaza en los codos.

mangelacosta dijo...

Rog: ¿Has estado revisando mi ropero últimamente? jaja. Te mando muchos saludos (y ya ves lo que te decía de la película mexicana, pues ya está sucediendo:( Espero que todo termine bien).

Anónimo dijo...

Todo revoluciona, pero lo genial de todo es que vuelves a ser niño y a compartir y recordar experiencias, claro, ahora desde otra perspectiva. El chiste está en dejarse llevar.

MR.