lunes, 9 de agosto de 2010

Alguna vez dije que me gustaría amanecer sin lugares comunes, ni frases hechas, ni adjetivos. Otras ocasiones también quisiera despertar sin promesas, dudas o certezas. Pero hay días como hoy que quisiera amanecer con todo eso, para poder sacar toda la furia que tengo contenida.
Hace más de un año comencé un proyecto con unos conocidos de la Facultad. Durante semanas pensamos cuál sería la mejor opción para hacer comercial nuestro sueño de comenzar una revista. Fueron tardes en que tomábamos café del Vips, reíamos, nos enojábamos, planeábamos e incluso soñábamos.
Un mes atrás, quizás un poco más, se decidió que era hora de empezar a trabajar. Se establecieron fechas de entrega, se distribuyeron responsabilidades y señalamos un día "cero".
La primera fecha de entrega nos sorprendió sin ningún trabajo. No había textos qué corregir (bueno, sí, unos que eran muestra, no los defiitivos) y decidimos que daríamos un poco más de tiempo a nuestros colaboradores.
La esperanza fue menguando poco a poco. La semana pasada al fin llegaron algunos contenidos. Unos, a mi parecer, son francamente malos, impublicables; otros son buenos, pero necesitan una pulida, y uno o dos, son realemente interesantes.
La cuestión, a donde quiero llegar, es al consejo editorial que debe encargarse de corregirlos. Está conformado por tres personas y tiene etapas en las que a mí me corresponde ser el segundo filtro.
La primer persona mandó un correo dando indicaciones: "hay que quitar uno o dos párrafos, corregir el estilo y reducir los adjetivos", pero no explicó en concreto a qué se refería. Luego, yo le metí mano a los textos, corte, aumenté y propuse. La tercera persona hoy envió un correo, diciendo que daba algunas sugerencias pues no quería intervenir en el estilo de los autores ni establecer las correcciones de manera unidireccional...
¿Entonces, qué pensarán que es el trabajo de un "corrector de estilo"? ¿Decir, "pues aquí yo pondría 'haber' con 'h' y 'b' y no con 'v' como tú lo escribes, pero lo dejo a tu consideración"?
No sé, tal vez es que últimamente me siento defraudado por las personas que piensan mucho pero actúan poco. Digo, a mí parecer de nada sirve proponer reducir tres párrafos si no dices cuáles.
Tal vez se deba a que creo que a esta edad ya no estamos para seguir haciéndonos PENDEJOS con proyectos que nunca se concretarán. Me la paso muy bien hablando de política, de estructuras, de fórmulas, de las ventajas de Google, de las nuevas formas de mercadotecnia; pero también quiero ganar dinero, concretar un proyecto y hacerlo realidad.
Me decía una persona el otro día: "Oye, ¿cómo lograste que te diera la entrevista?" "Pidiéndosela", fue lo que contesté. A lo mejor se me hace fácil porque vi cómo actuaba mi esposa frente a un secretario de Estado a quien quería entrevistar, o porque me he dedicado a trabajar desde hace más de 10 años, o porque no he obtenido una beca y he tenido que picar piedra, o porque no cursé un doctorado y por lo tanto para comprarme una paleta debía ganármela y no sólo estirar la mano para que Conacyt me diera el dinero suficiente.
No sé, cada día estoy más convencido de que soy una especie de Esteban Arce. Pero prefiero trabajar duro un mes y desencantarme al no hallar resultados; a trabajar año y medio y terminar por frustrarme ante los malos resultados.
Creo que algunos de mis contemporáneos creen mucho en el verbo y poco en la acción. Ya he hablado de guerrilleros que marchan por los indios de Guerrero pero son incapaces de cederle el asiento a una anciana. A veces me pasa con mi amigo El Negro, que creo que estoy fuera de "moda" porque no marcho por Reforma a favor de los bebés muertos en la guardería ABC, o porque no sé qué chingados es el Campus Party; pero también creo que hago bien al ayudar a una mujer a cruzar la calle o al no tirar basura en la calle o al no invadir la parte del Metrobús "preferente para mujeres".
No sé, insisto, hoy quisiera decir: "no chingues, ya no sigas con el verbo, mejor ponte a trabajar", "no apoyes causas externas cuando no eres capaz de ayudar en casa" (no lo digo por El Negro, lo juro); ya basta de seguir rechazando lo pasado con tal de parecer muy progresista, no critiques al de al lado simplemente porque no está de acuerdo contigo...
Hace unas semanas Enrique Krauze propuso que el medio cultural mexicano debía reconciliarse. Pienso que la sociedad, en su generalidad, debe hacer lo mismo. A mí no me importa que uno de mis mejores amigos sea gay, pero le pido que no trate de cambiar mis ideas sobre los heterosexuales (es más, me molesta que me diga "buga"); tampoco me interesa que la persona con quien más platico en la oficina sea de extrema izquierda, mientras me permita defender mi ideología...
El diálogo no sirve, a mi paracer, si no va acompañado de la acción; el reproche es inválido cuando no se anteponen también nuestros defectos; no es válido criticar ideologías cuando uno no defiende una en particular (así es muy fácil poder criticar todo sin necesidad de dar la cara por nada)...
En fin.
Hoy decía uno de los correos que recibí: "(tal) sección describe muy bien el ambiente del lugar, pero es demasiado literaria. Considero que hay que cambiar el estilo por algo más fresco, irreverente y juvenil". Entonces, de qué sirve que captes el ambiente, si ante ello privilegias un estilo "fresco, irreverente y juvenil".
Creo que es hora de asumir las consecuencias de lo que hacemos, dejar de verbalizar sólo las cosas. Es preferible que nos censuren por nuestras ideas, a que naveguemos sin rumbo con tal de quedar bien con todo el mundo. Es hora, al menos a mi edad, de ser definitivo y no seguir por el lado que me lleva el viento.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, ese es el Miguel revolucionario, se hace camino al andar.

El Negro dijo...

Gracias, mano. Por lo que me toca, sé perfecto a que te refieres. Y sé que no lo dices por mi. Digo; si voy a Reforma y si sé que es Campus Party pero también le doy el lugar a una embarazada en el metro y les enseño a mis hijos "la diferencia" entre heterosexual y homosexual y a respetar y exigir respeto. Abrazote mi rey!! (menos mal que nuestros proyectos tratamos de llevarlos a cabo)

mangelacosta dijo...

Gracias a los dos por lo que dicen. He releído el post y creo que ahora lo que más coraje me da son los dedazos que aparecen. jeje. También he recordado ese comercial de Tecate donde llega una gordita, llamada Valeria, a decirle a un joven que vayan a casarse, pues él se lo prometió cuando eran niños. Él contesta: "muchachos, me les caso". ¡Caray! Por los que no se rajan y asumen sus decisiones.
Un abrazo a los dos.

Rogelio Pineda Rojas dijo...

Orale, Mike, ora sí te conocí enojado. Yo creo que este texto podría ser el editorial de la revista. Sería un hitazo!! Además, recuerda que un corrector de estilo corrige, no edita. Y si piensas editar un texto conforme a tu estilo mejor no se lo encargues a nadie y escríbelo tú. Te lo digo por experiencia propia. El problema de si un artículo es bueno o malo se resuelve desde a quién le encargas el texto (un aficionado?). Ahora bien, ganar dinero con una revista es harto complicado, si no eres un grupo editorial. Pero bueno, a lo mejor estoy decepcionado de tantos proyectos juveniles en los que naufragué (tres revistas) y estoy viendo las cosas más negras de lo que son.
Está bueno lo del comercial de Tecate; por desgracia, éste habla de un fenómeno llamado cabalidad, atributo del que puedes jactarte como un gran exponente. Lo cual, a su vez, te hace admirable (creo que esto ya te lo había dicho, por cierto).
Un abrazo. saludos.
(De qué color compro las sonajas).

mangelacosta dijo...

Roger: Me has dado una gran lección. No lo había pensado así, pero tienes razón.
Ya no quiero hacer promesas contigo porque siempre quedo mal. De cualquier forma te envío un gran abrazo. Ojalá nos veamos pronto (En cuanto al color de las sonajas, eso ni siquiera nosotros los sabemos, jeje).