martes, 19 de enero de 2010

Creo que por la noche tuve calentura. Las manos me hormigueaban y sentía una opresión en el pecho que me hizo preocuparme. Sin embargo, mis sueños fueron luminosos.

En uno de ellos soñé con Rodarte, un amigo de la infancia: alto, corpulento, con peinado similar al hollywoodense Frankestein. Lo veía con un pants blanco, aún niño, y sonriente, como siempre lo fue. Entonces me desperté. En medio de la noche recordé su casa en un segundo piso de la calle de Guerrero (entonces todavía invadida por fayuqueros), las fiestas de cumpleaños en donde su mamá preparaba un exquisito espagueti rojo con mucho queso fundido y jamón, los vasos tupperware llenos de agua de Kool-aid, la banca larga de madera que rodeaba la mesa con un mantel de plástico de flores coloridas, y el pequeño balcón interno al que se filtraba contundente el atardecer pachuqueño. Aquel balcón, por cierto, era casi idéntico a las ilustraciones de los jardines colgantes de Babilonia en mis libros de primaria.
A su padre casi nunca lo vi, recuerdo, sin embargo, a uno de sus tíos que vivía cerca de la biblioteca municipal y que era cronista de Pachuca. Me acuerdo a la perfección de su grande y lujosa casa en la colonia periodistas donde una vez nos recibió a Rodarte y a mí (de diez u once años) quienes le hicimos una entrevista, pues queríamos ser reporteros del periódico escolar. Así, mi primer reportaje fue una larga y minuciosa crónica de la historia del Reloj Monumental.
También recuerdo que Rodarte tenía un mejor amigo: Memo, y juntos eran de esas parejas de amigos que todo mundo hace bromas: uno gordo y alto y el otro escuálido y chaparro...

En el otro de mis sueño cargaba en brazos a Verona, mientras ella balbuceaba algunas palabras acerca de su tía. Luego ella empezaba a caminar hacia las escaleras del lugar donde estábamos y se volteaba para regalarme una sonrisa.

Quizá por estos sueños es que quise levantarme, pues aunque el cuerpo me dolía mucho (me duele aún), algo en esa imágenes me hacían sentirme bien.

Qué habrá sido de Rodarte, qué será de Verona...

1 comentario:

Anónimo dijo...

De la risa nerviosa, me salieron las lagrimitas y me dolió el estómago!!

besos

YTAM

LL