lunes, 11 de enero de 2010

Ayer, tras ver a un amigo de la universidad, comprendí lo que muchas veces mamá me dijo cuando iba a visitarla.
Platiqué con él algunas horas, lo vi gesticular, platicar de cosas buenas, malos ratos, de nevadas espectaculares, emocionarse. Luego nos dijimos adiós.
—Sonríe —le dije como sin importancia—, te has olvidado de sonreír —y le di una ligera cachetada—, estás en México y te hace falta sonreír.
Él me miro extrañado, como si no comprendiera lo que le decía. Intentó una mueca pero resultó falsa. Sonreí y creo que por imitación su rostro hizo lo mismo. Después nos dijimos adiós.

[...]Ríete. Nada permanece.
Amaranta Caballero

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