viernes, 9 de octubre de 2009

"Si me dieran a elegir una vez, te elegiría sin pensarlo, es que no hay nada qué pensar"...

Últimamente me detengo demasiado en los pies de las mujeres, en las manos. Debo verme raro: analizando el color de la piel, los dedos gordos, las uñas enterradas, los padrastros, las manos huesudas, las venas saltadas, las uñas bien recortas, si tienen vellos, si no los tienen, la forma arqueada del dedo gordo de los pies, la textura de las palmas de las manos. Aquello es un subir y bajar constante de cabeza (tratando de hallar relación, de decidir si se cuidan sólo las manos porque son las más visibles, si usan alguna crema exfoliadora para las plantas de los pies -ya casi soy un experto en eso de adivinar-, si han comida papas con valentina y aún tienen un poco de salsa en las cutículas resecas).
No sé, es curioso, en esos momentos recuerdo las manos, los pies de mi esposa y tengo la certeza de que nunca me hubiera enamorado de una mujer con manos y pies feos. Sí, sus manos, sus pies, son una de las razones por las que sigo enamorado de ella.

1 comentario:

Rogelio Pineda Rojas dijo...

"Me encantan las venas de tus pies", le dije a una chica alguna vez y se sonrojó; quizá porque la adulación era novedosa y excitante o porque le dio pena mi oscura creatividad... jaja no sé. En efecto: a veces los contornos de los cuerpos (uñas, cabello, vellos en los brazos, largo de las pestañas) son un regalo, una sorpresa para los seres sensibles. Como usted, don Miguel... como yo. Un saludo.