jueves, 13 de agosto de 2009

Hoy pensé en abandonar el Distrito Federal, parasitariamente lo reflexioné

Sucede que después de algunos años de educación unamita, de trabajar aquí, de buscar allá, de ganar al fin cuanto uno quiere, de soñar con comprarse una televisión, de poner un estudio en la recámara grande del departamento, hoy que pudimos salir a la calle con lo suficiente en la cartera, no hay agua.
Claro, sí la hay, no debo exagerar, pero no para hacer quehacer, no para lavar la ropa, quizá sólo para lavar rápidamente los trastes, para tomar un baño con cubetas alrededor para después ocupar ese líquido en el sanitario, en enjuagar jergas; pero nada más.
Mucha gente comienza a bañarse cada tercer día, la ropa se usa más de una vez, hay mujeres que se alacian el cabello y les dura el peinado durante tres días en que no se mojan la cabeza; hay quienes empiezan a usar antitrasnpirante sobre el antitranspirante del día anterior. Ahora ya me da cosa ir a jugar fut, sudar, pues si mañana no hay agua, ¿qué hacer?
Por eso hoy pensaba, parasitariamente reflexionaba, en irme de aquí, en abandonar el barco antes de que llegue la escasez del agua prevista por Nostradamus, por las profecías mayas, aztecas (ayer me enteré de la existencia de éstas); por eso quiero salir antes de que no pueda lavarme las manos con la obsesión que hoy lo hago, antes de que tenga que ir, como dice Serrat, "a cagar a casa del vecino".
Si tan sólo tuviera trabajo seguro en provincia... y allá no faltara también el agua...

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