jueves, 2 de abril de 2009

Esto no se ve, sin embargo está:
Una niña de seis o siete años se mece en una silla que amenaza con romperse. Su abuela come un gran plato de lentejas que según no podrá terminarse sola, pero al final dejará el plato vacío. El tío de la niña tiene cara de harto, le ha gritado varias veces y en uno de tantos berrinches de la sobrina se ha levantado con intenciones de pegarle, pero la abuela lo detuvo. El abuelo simplemente observa, come, no dice nada.
En otra mesa una joven ha ordenado un plato con huanzontles capeados, en caldillo. Comenzó por comerlos con el tenedor y el cuchillo, pero desesperada ha comenzado a hacer cucharita con una tortilla y a deslizarlo hasta que la vara del huanzontle queda casi limpia. Después, ya sin pena de que el novio la mire, toma la vara y la mete en la boca hasta dejarla completamente limpia al deslizarla por sus dientes. Al hombre que la acompaña se le ha hecho agua la boca, por lo que al final le pedirá que le comparta un poco de su platillo.
La pared a mis espaldas es naranja, con cientos de jarros de barro clavados a ella, formando un rectángulo de unos 15 por 50 jarritos. Además, tiene algunas fotos ambarinas de paisajes revolucionarios, del pueblo a principios del siglo XX.
A mi lado izquierdo está la cocina, cinco o seis mujeres están en ella, pasan platos de un lugar a otro, remojan tortillas en mole, las bañan con crema y queso; también sumergen piezas de pollo, preparan flautas, guisan carnes y sofríen cebollitas de cambray. Platican y bromean con los meseros, van y vienen con la cara brillosa por el sudor, por el calor.
Justo enfrente mío un arco divide el lugar. Del otro lado hay una familia de doce personas: tías y abuelas muy ancianas, sobrinos treintones, nietos de 15 años. Todos comen y bromean, algunos toman cerveza, otros tequila.
De ese mismo lado, una pantalla proyecta el partido de la Selección Mexicana contra Costa Rica, cuatro hombres lo miran con atención, sin importarles que la comida se enfríe.
En el lugar, Los Colorines, hay papeles picados simulando cortinas, los meseros visten de negro (sin moño) y un mariachi está tocando aquella canción de "cada vez que pienso en ti" que aparecía en un comercial de Toyota y que canta Luis Miguel.
Todo es calor, todo es sonrisas, todo es conversaciones, todo es Tepoztlan...

Lo que sí se ve y está:
Ella tiene el rostro recién lavado, sonríe a pesar del cansancio. Sus pestañas son largas y muy negras (hace tiempo que no se le caen gracias a que diario se desmaquilla con aceite de almendras). Sus ojos resplandecen, las ojeras que se le forman cuando ríe apenas se le dibujan. Lo que se ve es su rostro en un exteme close up, su piel que me hipnotiza, la felicidad que desde hace unas horas no la abandona, un carmesí en sus labios que jamás será un lugar común. Casi pueden mirarse las pecas imperceptibles que suavizan sus facciones. Ella sonríe y entonces..
Click
Aquí está la foto que querías, la jamás tomada, la que siempre habré de recordar...

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