jueves, 19 de febrero de 2009

Jugaba el Pachuca en la Copa Libertadores, creo (mentiría si lo aseguro por completo). Iba medio tiempo y ganaba. La tele sonaba a todo volumen.
Nosotros, mi esposa y yo, estábamos sentados afuera del local, en una banca de parque color verde. Bebíamos un café y fumábamos (no recuerdo bien si yo fumaba). De pronto ella soltó:
—Qué hermosa es la vida, ¿no crees?
Estuve de acuerdo. Comenzaba a llover. La copa de un árbol nos guarecía.
—¿Por qué no habímos hecho esto antes? —preguntó.
—No teníamos 14 pesos para los cafés, ni dinero para comprar Marlboro —Le dije, recordándole la crisis económica que recién habíamos pasado. ¿Cuántos años llevábamos casados? Ahora no lo recuerdo. En ese entonces comíamos con frecuencia tortas de ejote en salsa verde (tres pesos de ejote, cinco de queso, un huevo, un peso de chile verde, dos de tomate y 50 centavos de cilantro: y todo ello nos daba para comer tres veces).
Esa tarde llovía, ya lo he dicho, y éramos felices. Habíamos dejado de comer tortas de ejote, fumábamos Marlboro y no Delicados, y habíamos ido a caminar a Coyoacán.
Hace unos días le platicaba al Negro el hecho:
—Y sí, creo que todo es dejar de pensar como pobres —comencé con mi explicación—. Digo, cualquiera tiene siete pesos para comprarse un café y sentarse a ver pasar la vida, ¿no?
—Casi cualquiera —cortó él.
—Son siete pesos...
—Pero hay veces que ni eso tienes —reafirmó.
Di una bocanada al cigarro, y seguimos caminando por Insurgentes. El Negro tiene razón. Hay veces que ni siete pesos tenemos.
Gracias a Dios, hace tiempo no vivimos uno de esos momentos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Recuerdo aquellas épocas, donde el darse el lujo de comprarse una bolsa de papas con chile era de una vez al mes, anhelar tener un renault de esos que llaman "bolillitos" y que llegara navidad y no tener ni para dulces...

Parece todo ello muy lejano, deseo que así permanezca.

MR.