miércoles, 10 de diciembre de 2008

Voltea a mirarme con sus ojos de sabio. Tal vez pueda notar lo nervioso que estoy: la garganta seca, las palabras entrecortadas, las manos que paso frecuentemente por el pantalón para limpiarlas de sudor. Entonces dice: "Voy a poner 2009, pues para los días que faltan... Este es el primer libro que firmo con 2009". Y entonces ya no hay nada a mi alrededor. Todo es un tac-tac-tac que no se detiene.
(Me he acercado con dos libros. No sabía si hacerlo, pero antes de mí un joven también llevaba dos títulos. Él, el Grande, observa un título de los que le extiendo: "Dicen que la poesía no tiene público, pero afortunadamente tiene lectores", cita a alguien, al igual que ha hecho a lo largo de dos horas en que he tenido la impresión de ser más ignorante de lo que creía -ante él cualquiera, casi puedo jurarlo, ha de tener esa sensación. Entonces pregunta mi nombre y respondo. Él añade que le da gusto firmar ese libro de poesía "pues en casa de muchos de mis amigos lo tienen, pero nunca lo han leído". Viene el contraataque, la frase que mascullo y que él alcanza a escuchar: "Si supiera cuan rayado lo tengo". Y él ojea y hojea, sonríe, me propone corregir una errata que tiene el libro y buscando una página que seguro sabrá de memoria, coloca un "^" entre dos palabras y pone un "TE": "en la poesía cada palabra, cada signo, cuenta demasiado". Después ha de platicarme porque usa sólo mayúsculas, ha de preguntarme por la sala de Universum en donde citan uno de sus poemas, preguntarme cuál de ellos, y yo con los nervios sólo atino a contestar lo elemental, sin atreverme a continuar con su plática. Pero se trata de él, de ÉL. Luego toma el siguiente libro y como si hablara para sí anota en su mente: "TENGO QUE CORREGIR ESTE LIBRO". Recuerdo su manía por corregir cada reimpresión de sus libros, la infatigable labor de revisar cada letra -lo escuché en alguna entrevista que dio- y yo sólo sonrío, estúpidamente sonrío, y abrazo los ejemplares apenas él me los extiende. Hemos platicado algunas otras cosas, comentado durante uno, quizá dos minutos en que ÉL se ha detenido ante uno de sus admiradores. Ya su esposa lo apresura, chismea con otras mujeres que en cuanto lleguen a casa ha de obligarlo a acostarse "pues va a querer seguir trabajando y como está de enfermo... Mejor que mañana continúe").
Entonces salgo de la Capilla Alfonsina junto a mi esposa, sin decir una palabra y sin contestar a sus preguntas, buscando la página dónde ha corregido su poema. Luego fumo, me trago el cigarro tratando de aminorar los nervios y voy rumbo a casa sólo pensando en MI MAESTRO, en lo que dijo, en su sabiduría, en todas las cosas que debo aprender para poder disfrutar de la vida tal como se ve que ÉL lo hace. Trato de recordar la dedicatoria que puso en Tarde o temprano y sólo alcanzo a recordar: "Con afecto y gratitud: JOSÉ EMILIO".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bien, FELICIDADES!, me da gusto saber que el no fantasma dejo sus nervios en casa.

Anónimo dijo...

¿Dónde quedó ese arrojo periodístico? ¡¡No puedes titubear cuando tienes enfrente a tu Maestro!! Esconde a tímido.

MR.