jueves, 2 de octubre de 2008

Dice mi esposa que el lunes recibió más telefonazos que de costumbre. Muchos reclamos, risas, petición de explicaciones. Ella se sentía contenta, pues una compañera de trabajo, dijo que mi esposa era su heroína.
Esto me lo cuenta el martes, mientras nos bañamos.
Todo empezó el viernes, cuando fueron a darles un curso a sus compañeras de ventas y el instructor le pidió a mi esposa que representara el papel de un posible comprador.
—Pero hágala enojar, esa es su misión —le habría dicho antes de que pasara con las de ventas.
Entonces mi esposa, que se pinta sola, empieza a cuestionar, a rebatir, a argumentar -los datos nunca están demás, y ella los maneja. Hasta que su compañera, a quien mi esposa aprecia de verdad, le tira una patada ante la impotencia de seguir argumentando a su favor.
Luego todo serán risas, chismes, felicitaciones a mi esposa por haber hecho que su compañera se enojara.
—En serio —le dice otra compañera el lunes—, usted es mi heroina, mire que hacer enojar a...
Entonces yo, con el cuerpo enjabonado, tallándome la cara, me quedo de pie, sin moverme.
—¿Te felicitaron por sacar de sus casillas a alguien, por haber actuado tan bien que lograste que tu compañera se enojara?
Ella, orgullosa, mueve la cabeza afirmativamente. 
Pienso en su facilidad para sacar a cualquiera de sus casillas, en su necedad que sólo una persona puede vencer, en su forma de asumir un papel de niña berrinchuda cuando se lo propone, en su facilidad para tomar una frase -siempre sesgada cuando es mía- para contratacar cualquier argumento y le suelto...
—Será porque no viven contigo.
Ella rie, quizá aceptando que yo tengo razón -aunque sea por esta vez...

1 comentario:

Anónimo dijo...

ja-ja-ja

qué chistoso

LL