El maestro (preparado con años de meditación, de trabajo intelectual, de reflexión ensimismada) le da su consejo al discípulo (por lo general con una frase enigmática que contiene la solución a los problemas que se le plantean al hombre inexperto). Este último, saborea cada palabra dicha por una boca sabia, mas no alcanza a comprender a lo que se refiere. Es, digamos, una frase bella, insuperable, de la que sin embargo no logra entender siquiera un diez por ciento.
A lo largo de la historia, entonces, debe hallar las coincidencias, las oportunidades, las cosas que le den sentido a la frase del maestro. Pelea con otros y con el mundo que le rodea hasta que enfrenta a su enemigo más poderoso: él mismo reflejado en el aprendizaje adquirido a lo largo de la travesía.
Una vez terminado este combate (resulte ganador o perdedor el discípulo que aún paladea la frase premonitoria), sabe que la solución la tenía desde el principio a su alcance, pero que fue necesario recorrer muchos caminos para llegar a ella (desvelos, tristezas, dudas).
Ahora pienso una y otra vez algunas frases, en ratos me siento alegre, esperanzado; otras decaigo en el desánimo.
Debo reiniciar mi camino...
Hace 10 meses
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