martes, 15 de abril de 2008

Una historia de mamá

—Le creo, señora, que usted compró este boleto, que lo pagó y que tiene este número de vuelo, pero le repito —habrá dicho el encargado de la línea aérea—, no existe tal vuelo. El destino sí, pero no ese vuelo en ese horario, y sí, ésta es la línea aérea que registra su boleto.
Era el aeropuerto de una ciudad norteña y también era el final de unas vaciones pasadas en casa de la hermana. ¿Qué hacer mientras, como le propusieron a la viajera, había cupo en un vuelo con destino al Distrito Federal? Volver a casa de la hermana, fue lo único que se le ocurrió a la viajera.
De vuelta en casa (habían quedado en llamarle en cuanto tuvieran un asiento disponible) sonó el teléfono avisando que ya podía realizar su viaje, sin embargo, al llegar al aeropuerto, otro asunto:
—Le juro que traía seis maletas y aquí sólo hay cinco, usted puede ver, ya las había registrado.
Y buscaron en los carritos, en la banda de maletas, en...
Otra vez a casa de la hermana.
Qué forma de terminar esas vacaiones. Aún podía recordar la dicha de la hermana cuando le llegó un paquete desde el extranjero: la figura de un San Charbel al que tanta fé le tenía. La sobrina, sin embargo, había llorado varias tardes, pues ese monje le daba miedo y no quería que se quedara en la casa. La hermana le pidió a la viajera que se lo llevara algunos años, que lo cuidara, y que ella iría enseñándole a la niña la fe hasta que terminara por aceptar al milagroso santo. Entonces, antes de partir, por primera vez al aeropuerto, la mujer lo colocó en una maleta verde (esto lo imagino yo).
En estos recuerdos estaba cuando llamaron del aeropuerto. La viajera regresó sólo para que la cuestionaran los encargados de la línea aérea.
—¿Cuántas maletas dice que traía?
—Seis
—¿Podría contar cuántas maletas hay aquí?
—Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis... Pero le juro que hace un momento no estaba la verde, yo la busqué y rebusqué...
—Bueno, señora, pues ya están las maletas, ahora sólo falta el vuelo.
Y de nuevo a casa de la hermana. Al traspasar la puerta, algo iluminó la mente de la viajera. Abrió la maleta verde y le entregó al monje de capa negra y largas barbas a su dueña original.
—Tu Charbel no se quiere venir conmigo, así que a ver cómo le haces para que tu hija lo acepte en casa.
Sonó el teléfono y por fin, la viajera, pudo regresar a la Ciudad de México.
Supongo que los boletos del vuelo fantasma han desaparecido, sino cualquiera de los que hemos escuchado la historia, ya hubiéramos tratado de hacer realista esta historia fantástica.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

no hay mucho de interesante, parece falsa

mangelacosta dijo...

Gracias por tu comentario y por pasar por aquí. Ahora que la releí incluso me di cuenta de una falta de ortografía.