viernes, 28 de marzo de 2008

Regreso de casa de mis padres y me parece imposible que ellos sean los mismos que me educaron. Si no fuera por las historias mil veces contadas, por algunos matices en la conversación, diría que son otros.
Sin embargo, cuando de vuelta en casa me miro en el espejo y veo mis manías, mis impulsos, mis gestos, mis costumbres, debo aceptar que los tres seguimos siendo los mismos, a lo mejor con otra edad y desacostumbrados a nuestros actuares, pero al fin de cuentas los mismos...

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