viernes, 1 de febrero de 2008

Hace unos días escribía en este blog la impresión que tengo de parecerme a John Coffey ("suena como café, pero se escribe diferente"), el negro inmenso de la novela "El pasillo de la muerte" de Stephen King, el mismo negro asustadizo de quien se compadece el personaje de Tom Hanks en la película "Milagros inesperados", basada en la novela.
Lo decía porque ando con una energía eléctrica que me está provocando cierto terror.
Digo, yo no soy John Coffey, ni resucito ratones (Caramelo, creo que se llamaba), ni vuelvo a la vida a presidiarios, ni... Pero bueno, la cuestión es que al besar a mi esposa suena un chispazo, al tocar el pomo de una puerta, siento temblar todo mi cuerpo, al abrir la reja de la casa es tal la descarga de corriente que por unos instantes me quedo shockeado (si se vale la palabra).
Escribía sobre eso y del miedo que tengo a tocar cualquier cosa de metal; de las intentonas que he hecho por no caminar sobre alfombras que me dejen cargado de energía, de mi insistencia de mantenerme lejos de aparatos eléctricos que me pudieran transmitir su carga, de alejarme de esas personas que de sólo verlas te cargan de negatividad; en fin, de las mil mañas que he tenido que adoptar para no sufrir con mis descargas eléctricas (sobre todo esa de tocar madera (no por superstición) para que ese material no conductor me permita no sufrir ningún accidente).
Estaba a punto de terminar de escribir, cuando por parecer gracioso apunte que dejaba hasta ahí la entrada del blog pues varias veces había centelleado la pantalla de la computadora, cuando de pronto en realidad se apagó y se borró todo lo escrito.
Hoy no quiero que pase lo mismo, así que antes de que la tecnología me juegue una mala pasada, de que mis descargas produzcan un corto circuito en la computadora, pongo punto final pidiendo una sola cosa: cuando me vean y quieran saludarme, no se rían si antes toco un pedazo de madera que ahora cargo conmigo, pues ya saben la razón de mis acciones y mis miedos...

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