miércoles, 23 de enero de 2008

En tiempos mojigatos

La Chiva y Fabiola Campomanes están a un milímetro de besarse. Llevan lencería negra, las uñas pintadas del mismo color, pulseras de plata.
Susana González las observa desde la pared de enfrente. Luce lencería negra con violeta. Y abajo, la forma de "saber de cuál calzas".
Lo que menos importa es el calendario, sino esa mirada provocativa de Susana, ese garbo que provoca el Photoshop en la Campomanes, en la ex big brother.
Todo mundo entra, se asoma y sonríe; alguna que otra se siente ofendida por la forma en cómo mercantilizan el cuerpo de la mujer.
Yo sólo miro la "Memoria en imágenes" que compré hace algunos años en la fototeca de Pachuca y que ahora ha quedado marginada (en una pared que ya nadie observa). Ya nadie ve a esos 12 niños revolucionarios, nadie se fija en sus zapatos rotos,en sus sombreros empolvados. Ahora lo importante son los senos diminutos de la González, ese milímetro para que al besarse Fabiola y Silvia exploten una de las fantasías sexuales más recurrentes en los hombres.
He de ser franco, a mí no me gustan ninguna de las tres, y no tanto por ellas, sino por el ambiente de taller mecánico que tiene mi oficina. Pero son los riesgos de compartir espacios, de reivindicar a los 4, 5, 6 machos que caminan por estos metros cuadrados, porque así debe ser: exponer un cuerpo semidesnudo y disfrutar el verlo al llegar a la oficina, a las 7, 8, 10 de la mañana, rozarlo con un dedo a la una de la tarde cuando entra el segundo turno, mandarle un beso cuando se apaga la luz y se cierra con llave la oficina...
Por eso este es un espacio autónomo, donde caben los albures, las groserías, los doblesentidos; aquí se puede hablar "al chile", mentar madres, pitorrearse de las compañeras... Para eso está la oficina, para pegar pósters, y colgar sexicalendarios y arruinar el único espacio donde uno debe sentirse realmente cómodo...
Pero no hay nada qué hacer, pues esta oficina no es mía, sino de los siete hombres que la habitamos, y la mayoría sigue mandando...
Por eso ojalá pronto se acabe el año, o alguien rompa el póster, o se robe el calendario, y entonces nuevamente podré sentirme en "mi" oficina, en el trabajo, y entonces mis niños revolucionarios volverán a tener las uñas largas, las manos sucias, los ojos tristes... hasta entonces... cuando salgan nuevamente del anonimato... si es que algún día Susana González, Fabiola Campomanes y La Chiva deciden irse... o alguien decide decorar su habitación...

No hay comentarios: