lunes, 3 de diciembre de 2007

Como cada diciembre vamos a comprar Nochebuenas a Xochimilco

y el aire huele a pino, a rosas, a jazmines. Es de mañana y hace frío. Por eso compramos dos capuccinos en un local improvisado. Estamos desvelados. (La noche anterior fuimos a una fiesta y bailamos, reímos. De madrugada llegamos a casa y muy tempranos nos levantamos para ir a misa).
A esas horas, tomando ya café en Xochimilco, tenemos hambre, pues no hemos desayunado. Y ahí, compartiendo un panque, mirando a mi esposa reir de alguno de mis chistes, recuerdo una canción que me gustaría estar oyendo (será porque últimamente he escuchado mucho a Shakira):
"Pero que me quedes tú, me quede tu abrazo y el beso que inventas cada día. Y que me quede aquí después del ocaso para siempre tu melancolía, porque yo, yo sí dependo de ti. Y si me quedas tú, me queda la vida".
Miro a mi esposa y estoy seguro: en ese instante, no hay un hombre más feliz en todo México.

1 comentario:

Anónimo dijo...

y qué me dices de los tejocotes y los tacos de bistec con rajas y de tortas de carne con caldillo rojo vendidos en ese puesto improvisado sobre una carretilla

ah caray!, sin duda cada minuto a tu lado es de los más felices que he tenido en mi vida.

besos