martes, 13 de noviembre de 2007

Un día, caminando por Tepito, encontré a un joven vendedor de telas leyendo Las flores del mal.
Otra ocasión, a mi esposa le pasó lo mismo con un joven cerca del Metro Barranca del Muerto (por cierto, medio recuerda que también era vendedor).
El domingo, para confirmar mi teoría, mientras desayunábamos pozole, escuché al vendedor hablar de La guerra y la paz, de Milton Friedman, de batallas griegas, de liberalismo social, de Bruto, de Paz, de García Máquez, criticar a Fuentes, alabar a los clásicos, teorizar sobre poder político y economía.
Luego, ya de camino a casa, supe que sí, que a veces tengo razón, que la gente con quien es interesante platicar es la de a pie, la que lee por gusto, la que aprende por interés, la que se dedica a vivir (y no esos que saben biografías, conocen nombres, marcas, pero jamás se han tomado un minuto para platicar sin tratar de ser sólo una impostura)...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Miguel, Miguel, no siempre se necesita un libro o alguien de a pie para poder entablar una conversación por demás interesante. Qué me dices de la experiencia.
Cuéntame más de esos libros que te hacen imaginar y pensar sobre lo que piensan, sienten, hace y o realizan aquellos que los portan.
Ró.