lunes, 20 de agosto de 2007

Fuimos al cine a ver Mr. Brooks. Al día siguiente leí críticas a esa película: la destrozaron por completo. No voy a defenderla, aunque aclaro que me gustó y pasé un muy buen momento, sin embargo, me acordé de algunas cosas:
*Un día leí un libro (tarde dos horas aproximadamente) y concluí que era una basura. Minutos después pensé en todo el esfuerzo que había invertido el autor en su novela.
*Tras el estreno de una obra de teatro, escuché la crítica de una mujer quien se había dormido durante la función. Nunca se lo dije a mi amigo el actor, pues sabía de las horas gastadas en ensayos.
*El día que publiqué por primera vez, en la oficina, al enterarse, dijeron que cómo habían aceptado una cacofonía tal como: cincuenta de cintura...
Todo mundo sabe que cae más rápido un hablador que un cojo, y sólo cuando a uno le pasa algo se pone a reflexionar en lo injusto que ha sido al criticar lo mismo en otras ocasiones, la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio, ya se sabe.
Quizá por eso desde el viernes tengo en la mente una frase de Oliverio Girondo: "Los críticos olvidan que es más fácil cacarear, que poner los huevos".
¿Será?

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