martes, 10 de julio de 2007

Hace 10 años, cuando iba a los antros con mis amigos, veíamos a señores y señoras (de 30 ó 35 años) que trataban de revivir su juventud tomando y bailando toda la noche.
Los veíamos en la pista moverse con el ritmo de otra época, nunca se sentaban, si se acercaban a su mesa era únicamente para darle un trago a su bebida, y después regresaban a bailar.
Nos reíamos en secreto, con esa burla que uno tiene en la juventud.
Los veíamos y exclamábamos: pobres rucos... Y seguíamos tomando, bailando, a nuestro ritmo, a nuestros años.
El viernes fue diferente.
Al salir del antro no pude dejar de preguntarme cuántos chavos me habrán visto con un poco de burla en su mirada y se habrán dicho: pobre ruco...

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