martes, 5 de junio de 2007

La historia la repite Don Chuchú, ahora con otros detalles, dándole mayor verosimilitud. Unos minutos antes, la había contado el cuñado de mi cuñado, pero aquello parecía más un chiste, una anécdota. Sin embargo, cuando Don Chuchú la cuenta y dice: "agarra la caca de la vaca y le prende fuego, y encima pone a cocer la carne", todo adquiere otro significado.
Don Chuchú tiene unos setentaytantos años, fue un campesino en Jalisco y actualmente aún sabe qué producto usar para eliminar las plagas, la mejor forma de alimentar el suelo. Esa tarde en que oimos su historia, ya ha contado muchas otras, así, como si de repente se le vinieran a la mente y necesitara decirlas.
Entonces comienza a hablar de comida, de los platillos que su difunta esposa preparaba, de cómo le ponía itacate para irse al campo, hasta que de pronto surge lo de la caca de vaca; "la raja de la vaca", dice en un principio, como no atreviéndose a soltar la palabra "caca".
Luego nos explica que es cuestión de escoger la que ya está seca, prenderle fuego y encima de una reja, poner la carne de la res (de res de campo, no de criadero) a cocer, esperar a que esa brasa perfecta vaya cocinándola de a poco.
—¿Y no se le impregna el olor? —pregunta uno.
—Guácala —suelta alguien más.
—La caca no despide ningún olor —responde Don Chuchú, —y no hay nada de malo... Ya ve ustedes lo que comen: gusanos.
Y se refiere a los chinicuiles, a los gusanos de maguey, a los escamoles...
—Pero no es lo mismo, no es popó...
—¿Pero qué puede tener la caca? A ver, ¿qué comen las vacas? Hierva...
—Sí, pero...
—Ay señora —reponde Don Chuchú a mi mamá —como se ve que usted nunca ha sentido hambre en medio del campo...
Y ante esa frase tan contundente, frente a esa historia tan bien contada, todos nos quedamos callados por un momento y luego cambiamos el tema...
Reflexiono entonces que a lo mejor uno no adquiere sólo experiencia con la edad, sino que aprende a contar relatos, logrando que cualquiera nos "compre" nuestras historias...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jajaja, cuando era chamaco me pasaba mis veranos en Querétaro con una tía del lado paterno y con sus hijos, mi primo Roberto era d emi edad y nos llevabamos de fábula, pese que nació en el DF desde chavito s elo llevaron a ese lugar, pero al cabo de unos años él también calentaba su comida sobre la mierda de las vacas. Creo que nunca me atreví a probar nada calentado sobre dicho combustible. Soy un chico de ciudad. Lo sigo viviendo aú en un país industrializado como este. Que pese a haber vivido en la segunda ciudad más grande e importante de este país, yo la considero como un pueblito. Ahora en Estocolmo con el alboroto y el desmadre de las ciudades me siento vivo.