Estuve a punto de entrar, no tanto por la añoranza de los tiempos que pasé ahí, sino porque me sentía solo.
Parado frente al Vips de Miguel Ángel de Quevedo revisé la cartera y supe que podía comer ahí, como hace siete años no lo hago.
En el año 2000 disfrutaba de mis primeros sueldos gracias a la precampaña presidencial de Roberto Madrazo y a lo poco que ganaba en un programa de ciencia en Radio UNAM.
Mi rutina, si no mal recuerdo, era de lunes a miércoles ir a un diplomado en la tarde; luego, a las 10 de la noche, entrar a trabajar en la oficina del priísta. A las 6 de la madrugada tomaba el Metro en Sevilla y viajaba hasta CU, donde un microbús me llevaba a Villa Panamericana. Vivía en la Rinconada Macondo, en el edificio Amaranta (aquello tenía algo de alegría tropical) y antes de dormir me fumaba un Delicado.
Los jueves, al salir del trabajo, iba a bañarme, después me dirigía a Radio UNAM, grabábamos el programa de ciencia, a las tres comíamos y de ahí directo al diplomado. No era sino hasta el viernes cuando dormía un poco. Al otro día, aún de madrugada, viajaba a Pachuca, admirándome de la neblina verde que refleja la luz matinal en los sembradíos de alfalfa de Tizayuca.
Los domingos, de regreso en el D.F., iba a comer al Vips de Quevedo. Era joven, soltero, alcohólico y fumador: era feliz. Pedía el menú y ordenaba siempre helado de fresa cubierto de chocolate (como postre), tal vez por recordar un cuento de Sénel Paz. Después, tomando un café, fumaba dos o tres cigarros al tiempo que revisaba los libros que previamente había comprado en Gandhi (aún no era cliente de El Sotano).
Un día de esos, mientras metía mi boleto en los torniquetes del Metro me encontré con ella, quien hoy es mi esposa. Intercambiamos breves frases y nos despedimos antes de caer en la tentación de ir a platicar y tal vez regresar a ser novios.
Ayer, estuve a punto de entrar, de pedir el menú, comer de postre un helado de fresa cubierto de chocolate y tomarme un café (el cigarro aún no me tienta).
Estaba solo, pero afortunadamente sólo faltan dos días para que ella vuelva...
1 comentario:
Que bueno que fue solo y no un sólo.
Ró.
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