La fonda está en el Mercado Juárez, saliendo de Metro Cuauhtémoc. No tiene nada de especial: el menú cuesta 28 pesos, lo sirven siempre con prisa y no dan postre.
Sin embargo, hay algo que lo hace memorable: los pequeños detalles que tienen con los clientes asiduos... creo.
Supongo que Margarita es la cocinera: una mujer de cuarenta y tantos, morena, siempre con un gesto de enojo y que cada 20 días se hace permanente en el cabello.
La muchacha que atiende (he escuchado muchas veces su nombre, pero jamás me lo he aprendido) es flaca, trompuda y habla demasiado rápido: ¿De sopa? ¿Fideo o lentejas? ¿De guisado? ¿Con frijoles?
Las mesas están unidas y parecen esos grandes tablones de las fiestas pueblerinas. Así que sentados, con un plato delante, los comensales damos la impresión de un gran familia.
Las porciones que sirven son bastas, la salsa roja siempre pica, el espaguetti blanco siempre está muy batido y el agua tiene la cantidad necesaria de azúcar (ni muy dulce, ni insípida)...
Cuando uno comienza a hacerse cliente asiduo (por lo regular voy todos los martes y como de prisa) se adquieren ciertos privilegios. Por ejemplo, en vez de que te sirvan el agua en un vaso desechable, lo hacen en uno de plástico, de esos tipo tupperware; si la mesera pregunta dos veces qué platillo se eligió (¿me dijo sopa?) uno debe cambiar su elección, pues lo que pidió no está sabroso; además, los guisados que incluyen verduras (casi todos) se convierten en grandes montañas, en donde las calabzas o los chayotes esconden un pedazo extra de carne. Además, en lugar de tortillas de torillería, las que te sirven son hechas a mano, incluso todavía infladas...
A veces, pero sólo muy disimuladamente, "Margarita" sonrié al servir el plato y uno sabe que se es un cliente V.I.P.
Entonces, en esos momentos uno se da cuenta de lo más importante y agradable de la fonda de doña Margarita: se cruzan las miradas entre los elegidos, una sonrisa aparece en nuestras caras, y al alejarnos soltamos un "buen provecho", sabiendo que "mamá" Margarita, la próxima vez que nos vea nos dará como recompensa cierta felicidad a través de su comida... de un pedazo extra de carne... de un plato con frijoles negros sazonados con epazote... de...
1 comentario:
Vaya, hasta en esto tenemos algo en común. Cuando trabajaba en sobornación era uno de esos clientes, no asiduos al lugar, no sé si sea la misma fonda pero mejor ejemplificada la experiencia no pudo ser.
Mataría por tener verduras extras, tortillas y tantas cosas más.
Ró.
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