viernes, 22 de octubre de 2010

Hay una anécdota china que he recordado ayer y hoy: Un hombre no encuentra su escoba, pero al salir de su casa ve a su vecino que barre su jardín con una escoba muy parecida a la que no encuentra. Lo mira con sospecha y observa cómo barre con cierto temor. El vecino, al sentirse observado, se mete a su casa y no vuelve a salir. El primer hombre considera este acto como una culpabilidad aceptada. A partir de ese momento, mal mira a su vecino cada que se topa con él.
Días más tarde, al andar por su casa, el primer hombre descubre la escoba perdida. Contento de que el vecino haya reconocido su error y le haya devuelto su escoba, sale a barrer su jardín. Afuera, en la casa de al lado, su vecino barre con la escoba que ahora sabe es muy parecida, pero no la de él.
Algo así creo que me pasó hace unos días. El exceso de trabajo y las preocupaciones me hicieron creer que todo era trabajo y preocupaciones. Pero conforme fui entregando algunos trabajos y fueron saliendo los pendientes y llegó el dinero y dormí unas horas más, dejé de pensar que esa escoba era MI escoba.
Creo que así pasa: a veces una tristeza se convierte en tristezas, pero por fotuna también en ocasiones una alegría se convierte en alegrías.

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