domingo, 7 de marzo de 2010

Después de una fiesta hay que hacer un recuento: quién bailó más, el borracho de la noche, los chistes del payaso, la persona que actuó como invitado siendo realmente el anfitrión... Al menos así es en casa de mis suegros.
El Charal se veía contento. Qué bueno que este año no tomaste. El Chiguas como que estaba enojado. El Pequeño puso la de "El Alacrán" muy tempra. Qué bárbaro, Pico, cómo no te da pena bailar así.
Y entonces Pico, mi compa, se ríe de forma leve, apenas para mostrar el hueco del diente que le falta. Hay inocencia en su risa, en su figura toda: es bajo de estatura, gordito; usa bermudas, calcetines y unos zapatos de bota color negro. Pico sonríe y parece que se pierde en sus pensamientos.
"Es que me pasa como al Elliot", y todos fingimos no escuchar, pues no sabemos a qué se refiere. Yo recuerdo un perro que tenían en casa de mis suegros y que se llamaba Elliot, pero de eso hace mucho tiempo y no creo que tenga relación; los demás vuelven los ojos a la mesa y alguno le echa más sal al sope, otro le da una mordida al pápalo, uno más bebe refresco. Hasta que Pico habla de nuevo.
"Es como sentirse volar", pero nosotros seguimos comiendo, sin atrevernos a continuar la plática. "Sí, cuando bailo es como si pudiera volar" y mira estereotípicamente a un punto inubicable en donde ve sus sueños.
"¿Cómo Billy Elliot?", aventura mi esposa. "Sí, como ese". Entonces una carcajada se apodera de la cocina donde estamos comiendo, pero yo me quedo recordando los pasos de mi compadre al bailar: parecen desorganizados, mas cada uno cae en el piso en el mismo momento que el acorde de la música; todos llevan una sincronía perfecta y lo que a nosotros nos parece obra de unas cuantas cervezas de más, a Pico lo hacen reir mientras baila e inventa nuevos pasos, mientras alza los brazos como liberándose de todas las tristezas que carga: una muerte ya lejana de sus padres, la enfermedad de mi sobrina, la ausencia de sus hermanos. Él baila y el mundo a su alrededor no es sino un gran cielo abierto donde él siente que vuela, donde una especie de electricidad lo recorre de pies a cabeza y le abre la boca en una gran sonrisa que no se le borra mientras dura la música.
Yo, en el momento que comprendo que he tenido a Billy Elliot a mi lado en muchas fiestas, simplemente me quedo helado, sin saber qué decir, y lo único que se me ocurre es pedirle a mi esposa que no se ría del comentario de Pico: uno debe ser respetuoso de la sinceridad de un hombre.

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