viernes, 6 de noviembre de 2009

Papá vendía frutas y verduras en el mercado, lo que significa que ningún día de la semana dejaba de trabajar. A las seis de la mañana se levantaba y después de bañarse, mientras mi hermana y yo nos arreglábamos, nos preparaba el desayuno y más de un litro de licuado. Luego llevaba a mi hermana al Cebetis y yo lo acompañaba a la central de abastos (ya iba con el señor de las papas, ya compraba tres cientos de nopales, tres cajas de jitomate, unas rejas de zanahorias...). Después me llevaba a la escuela, escogía alguna fruta de las que llevaba en cajas y me dejaba a la puerta del colegio.
De tarde, llegaba de la escuela al puesto y papá leía el periódico (a esa hora hay pocos clientes) y mientras daban las cinco y media o seis de la tarde (hora en que cerraba), nos poníamos a pelar tomates, a limpiar chícharos, a pelar cebollas. Más tarde sacábamos el mantiado y tapábamos todo, amarrábamos lazos para que nadie pudiera robarse nada y nos íbamos a casa, donde mi mamá nos esperaba con la comida caliente.
Tiempo después (yo hacía la tarea) mis papás revisaban facturas, hacían listas de la mercancía que habría de comprarse al día siguiente, corregían notas, sumaban cantidades de los contrarrecibos y a eso de las 10:30, sin prender la tele, sin haber cenado, nos íbamos a la cama a dormir. Cansados todos.
Ya de repente mi papá bajaba a la cocina a prepararse un café y se asomaba a nuestras recámaras para ver si queríamos algo. Mi hermana y yo pedíamos unas chalupas, unos huevos a la Miguel (mi papá les ponía únicamente chile verde, cebolla y sal) y aquellos pocos minutos que regresábamos a la vigilia eran en realidad el tiempo que compartíamos en familia sin pensar en el trabajo.
* * *
Recién me casé, los sábados, los domingos por la mañana, cuando aún estaba cansado y tenía que ir a la tienda, a la carnicería por algo para desayunar, recordaba mucho a papá: ¿Cómo le hacía para nunca estar cansado, para salir a media noche a comprar chalupas porque a sus hijos se les habían antojado, para nunca poner un pero los fines de semana en que su rutina era la misma: levantarse antes de que saliera el sol, con el frío quemante de Pachuca, y salir rumbo al mercado sin emitir un reproche?
No sé si a todos nos pase, pero en ocasiones uno quisiera unas vacaciones urgentes, levantarse después de las 10 de la mañana, no hacer quehacer, no preocuparse de pagos, no tener que mover un dedo...
Ayer por la noche, creo que recordé nuevamente a papá y, de no haber sido casi las doce de la noche, le hubiera llamado por teléfono para preguntarle cómo es que podía sobre llevar todos sus días de trabajo.
Tal vez un día me anime a cuestionarlo al respecto.
Por mientras, hoy es viernes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gustaría que compartieras la respuesta que te dé tu papá cuando le preguntes, sería muy interesante saber qué pensaba, qué lo motivaba o qué situación pasaba en esos momentos.