lunes, 29 de junio de 2009

I
Abrí los ojos a las seis de la mañana. Aún no sonaba el despertador. Queria prender la luz, pero mi esposa se enojaría, así que sólo intenté recordar, darle forma a todos los fragmentos del sueño.
II
Fausto Rasero tenía la costumbre de leer el Apocalipsis todas las noches antes de dormir. Esto desde el día en que presintió que esas visiones que tenía cada que disfrutaba un orgasmo representaban el futuro, y ese horror era parte de lo revelado por Dios a San Juan. La noche cuando me enteré de este dato, tomé la Biblia, en alguna de las versiones que tenemos, y no me importó que ya fuera de madrugada, leí todo lo que le había sido dado ver a Juan.
III
Esta mañana quería pasar mi brazo al lado del buró de mi esposa y alcanzar alguna de las dos biblias que tiene ahí. Necesitaba saber algunos datos, pero, ya lo dije, temí que se despertara enojada.
IV
Todo empezó como un encargo: mi mamá le pidió a mi esposa que llevara con un señor cierto dije y algunas joyas. Mi madre necesitaba un dije igual, pero no lo había conseguido en ningún lugar. Ante la imprudencia de mamá, de mandar sola a mi esposa con tantas joyas en las bolsas, decidí seguirla de cerca hasta que llegó al taller de joyería. Me entristecí de inmediato al ver que el hombre a quien íbamos a buscar, el señor Pancho, había muerto y en su taller lo estaban velando. Sin embargo, como no podíamos regresar con mi madre sin haber intentado conseguir el dije que buscaba, me atreví a preguntarle al hermano del difunto si podría diseñar una joya como la que le mostrábamos.
El hermano tomó el dije y nos dijo que en ninguna parte podríamos hallar una igual, pues era un trabajo muy fino que debía verse con una lupa especial.
Colocó en un bastidor la joya, con la forma de un frasco de perfume redondo, como los de la década de los setenta, y le apuntó un rayo de luz: en la pared se proyectó magnificada la inscripción grabada en oro.
A primera vista se trataba de un mapa, pero entre más luz se proyectaba sobre el dije y se acercaba más la lupa, uno podía distinguir las ciudades, los mapas de ciudades tallados de forma perfecta.
—¿Dónde consiguieron el dije?
No supimos qué responder.
Entonces, aquellas ciudades comenzaron a cobrar vida y ya era una persona la que caminaba con un turbante sobre la cabeza, hasta que de pronto, todo aquello que me parecía una nueva Babel, se esfumó y surgió un lugar oscuro, tenebroso, que daba miedo. Surgió una luz y poco a poco fuimos testigos del Génesis y de la evolución del hombre, hasta que un dragón echó fuego sobre la creación divina y aquello quedó en llamas (habran pasado horas enteras mientras veía la lluvia de llamas, a las personas corriendo envueltas en fuego, a hombres decapitados, a mujeres violentadas, al sol cubrirse de oscuridad).
Más tarde vinieron los primeros ejércitos de demonios, las derrotas humanas, nuevos demonios que arrasaban con la humanidad y que cometían cualquier tipo de atrocidades. Hasta que del cielo surgió "un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea".
V
Desperté agitado, tratando de retener todas las imágenes que había soñado. Quise agarrar la Biblia (perdón por la insistencia) y leer el Apocalipsis, quise levantarme e ir a la sala, tomar alguna Biblia y tratar de comparar mi visión con la de San Juan, pero tan pronto como recordé a Fasuto Rasero, aquellas imágenes que provocaron que mi corazón palpitara miedoso y emocionado, fueron desvalagándose sin que pudiera hacer algo por impedirlo.
Cuando el despertador sonó por fin, mi respiración ya era tranquila. Sin embargo no me he quitado de la mente todo el día que debo acudir a lo escrito por San Juan, y tal vez, como una gracia divina, me sea dado olvidar todo lo que esta madrugada soñé.
Aún no estoy preparado para tanto horror.

No hay comentarios: