domingo, 17 de mayo de 2009

A un amigo de la familia un día le robaron su carro. Le dolió la pérdida no por el costo del coche, sino por los recuerdos que tenía de él. El seguro poco pudo hacer, pues los agentes se concretaron a una búsqueda superficial, después de la cual decidieron pagarle el importe que amparaba el contrato.
Este amigo, sin embargo, no paró de buscarlo un sólo día: daba vueltas por colonias marginales, por estacionamientos públicos, por calles oscuras y alejadas tratando de localizarlo.
En su desesperación, decidió acudir con una cartomancista, quien además practicaba otras formas de adivinación.
Al entrar al lugar, relataba después, la mujer de inmediato le dijo: "sé por lo que vienes y te juro que lo vas a encontrar".
Le echó las cartas y después de consultar algunos mapas le dio el consuelo que necesitaba: "Tú carro está en Guadalajara". Luego le especificó cómo era la calle dónde estaba, cuántos días debía esperar para ir a buscarlo, cómo lo encontraría.
Él, quien creía en todo lo místico, siguió todas las instrucciones que le dio aquella especie de gitana.
—¿Y cómo supo dónde lo encontrarías? —le preguntamos intrigados la ocasión cuando nos platicó.
—Quería mucho a mi carro, y sin duda él también me quería a mí.
—¿Y?
—Él también quería que lo encontrara.
Aquella mujer le había confesado: "uno sólo encuentra aquello que quiere ser encontrado. Si algo o alguien no quiere que lo hallemos, jamás podremos hacerlo".

Él encontró su carro.

***

El jueves marqué nuevamente su número telefónico. Tras un largo silencio del otro lado de la bocina, después de que había preguntado por ella, me repitieron que ella no vivía ahí, que no conocían a nadie con ese nombre.

Ahora pienso sino será que ella no quiere que la halle o si tan sólo no he puesto el empeño suficiente...

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