lunes, 23 de marzo de 2009

Gritó el ropavejero y mi tío salió en busca de una oferta. Entre tantos cachibaches encontró una especie de lámpara de cobre que toda la tarde pulió con coca-cola, bicarbonato y limón, hasta que quedó reluciente. Por la noche, recostados los ocho en la cama (mis tíos y mis primos) alzó la cara y lanzó el deseo: "si esta lámpara fuera como la de Aladino, le pediría un nieto".
A la siguiente tarde, mi prima le informó que estaba embarazada. El deseo era, en ese entonces, uno de esos malditos, de esos que separan a las familias y provocan las palabras más ofensivas entre padres e hijos.
Sin embargo el tiempo, como todo mundo sabe, todo lo cura.
El sábado pasado, Flor, la hija de mi prima a quien apodan así, cumplió 15 años. Le dicen flor porque llego a darle vida y aroma a esa casa que entonces vivían entre la opulencia y la discordia; le llaman flor porque nacio un día de la primavera; le llaman flor porque su nombre destila un ligero perfume a través de sus pétalos.
Era sábado y eran sus 15 años, y lució radiante, feliz, alegre, amorosa, amada, joven...
Y mi prima era una madre joven y feliz; y el padre era un hombre nervioso y feliz; y sus hermanitos eran dos pirinolas juguetonas y felices. Es decir, todos estábamos felices: los abuelos, los tíos, los familiares, los que compartimos "el pan y la sal", los que escuchamos los discursos, los que nos maravillamos con un vals diferente a todo lo que antes habíamos visto, los que disfrutamos esa exqusiita cena, los que llegaron temprano y los que llegaorn tarde, los que se reencontraron después de muchos años. Todos es decir todos.
Y entonces recordé los años que pasé en casa de mi tía, las veces que jugué con mis primos, los platos de lentejas con plátano tabasco, los juegos con la ouija, el baño que olía a combustible y a petróleo, las peleas cerca de los huertos y las enormes lechugas, el tanque de agua donde un niño murió, las personas haciendo zapatos, el olor de la piel, del cuero, de las suelas; me acordé de muchas cosas y estuve feliz y melancólico. Mucho más cuando el esposo de mi prima me platicó que ella le contaba de aquellos años cuando pasábamos el tiempo juntos.
Qué bueno es que las personas a quienes se ama se acuerden de uno, que bueno es haber compartido aquellos momentos, que bueno es ver a mi familia, feliz...

No hay comentarios: