miércoles, 3 de diciembre de 2008

Tal parece que hoy es un pecado decir públicamente cuál es nuestra fe, si es que profesamos alguna. 
Es común que los jóvenes no se apeguen a una religión, quizá sea hasta normal, pero llega un momento en que si uno dice "soy católico practicante", "soy judío", "soy testigo de Jehová", "soy cristiano", pareciera que dijera: "estoy sarnoso y voy a contagiarte".
Lo que antes era un valor, hoy aparece casi como un defecto, y baste decir, sacar a colación que pertenece uno a cierta religión y la practica para que el alrededor nos considere "mocho" cuando menos. 
Así, las características del hombre, de la mujer, son tasadas por sus creencias y no por sus cualidades. Algo así pasó con Carlos Abascal.
Cierto, estuvo metido en la polémica de Aura como texto escolar, en lo del aborto, pero a fin de cuentas esas eran sus creencias, sus valores; y su cargo era Secretario de Gobernación, y no por ello debía dejar de lado sus creencias.
¿Cuáles fueron sus fallos como secretario de Gobernación si hasta los mismos opositores, los perredistas, elogiaron su pluralidad y su defensa por la democracia?
Ayer murió Carlos Abascal y un cretino de la oficina se alegró con esa muerte, la de un panista mocho. 
Así están las cosas: ahora ya ni siquiera puede uno decir abiertamente en qué cree, pues se corre el riesgo de convertirse en blanco del escarnio de aquellos ilusos que se llaman "ateos" o "liberales" (cada quién sus etiquetas).

1 comentario:

Ogirdor dijo...

Miguel, no te sorprensas, no es la primera vez, no importa el credo así ha sido siempre. Recuerdas al Papa Urbano II quien llamó a los cristianos a liberar Tierra Santa de los infieles. La peor masacre de cristianos contra judíos y musulmanes se llevo a cabo en 1090. Luego guerras y más guerras, enfrentamientos. El no entender que somos diferentes y nuestros juicios de valor nos hunden. Todos lo hacemos, es la naturaleza humana. Pero creo que la sociedad está tan polarizada que hasta en esos factores de la vida diaria se explotan.