jueves, 22 de mayo de 2008

Caminábamos con la cabeza gacha, rápido, sin voltear a mirar a quienes hacían una especie de túnel para dejarnos pasar. Había exclamaciones, claro, de lástima, de conmiseración, pero también de alivio. Ellos eran los elegidos, nosotros los perdedores.
Yo salí directo a comprar un cigarro y le di sólo dos fumadas. El sabor se me impregnó en los dedos y la boca: me dio asco. Luego caminé aprisa hasta la oficina.
Por la tarde le platicaría a mi esposa que no había acreditado el prerequisito para cursar la segunda carrera, pero irremediablemente en esos momentos, cuando caminaba hacia mi trabajo, pensaba sólo en los jóvenes diez años menores que yo: ellos se la habían jugado el todo por el todo, ellos llegarían a casa a decirles a sus padres que estaban fuera de la UNAM pues no habían acreditado un examen, ellos (yo también) estarían melancólicos esa noche, se sentirían derrotados, ellos sentirían que el futuro ya de nada valía.
Una joven se lamentaba de sólo haber estudiado con empeño dos meses, otra se secaba las lágrimas, otra salió con la cara enrojecida.
Y ahí, mientras nos daban la noticia de que no contábamos con el nivel de inglés necesario para cursar Letras Modernas Inglesas, los profesores, sus ayudantes, sonreían inmisericordes, se hacían señas y nos miraban con lástima, ya hablándonos en español, para que entendieramos mejor.
Salí triste, lo estuve más por la noche.
Lo más irónico: a media tarde una compañera con quien platiqué sobre un libro recién leído por ella soltó sin saber que había presentado un examen y lo había reprobado: deberías dar clases de literatura. Yo me quedé callado. Luego sonreí agridulce.
Tendré que seguir siendo autodidacta, le dije a mi esposa ya de noche.
El buen humor lo había dejado en la planta baja, y yo estaba en el segundo piso...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Miguel:

Qué fortuna saber la razón por la cual no te aceptaron en la segunda carrera. Muchos compartimos el lastre de no ser bilingües. Yo aún recuerdo cómo me sentí el día que reprobé el examen del CELE, jamás había reprobado nada en mi vida. Tardé más de un año en volver a hacer el examen. Tomé un curso de inglés, y la Güera Velázquez me ayudó muchas tardes a estudiar. Logré acreditarlo. Suena bien seguir siendo autodidacta, pero también existe la opción de invertir tiempo y dinero.

Te mando todos los abrazos que no te he dado en persona.

Fabiola Pech.