jueves, 14 de febrero de 2008

Bonhomo

Bonhomo es un buen hombre, bonachón y hace tiempo que ya no viene a la oficina.
Hace un año exactamente, cuando nos entregó una caja de chocolates, las compañeras y yo lo propusimos para nuevo jefe del área, pero él, tímido y callado, sólo sonrió y se fue a enclaustar a su oficina...
Luego, hizo un chiste a uno de los jefes (le dijo viejito a un señor de 70 y algo) y eso le valió para que le quitaran sus horas extras, sus pagos por pasajes y gasolina y que lo mandaran a revisarse de salud, pues el objeto de su burla dijo que no quería más gordos en el área.
Los sueldos en la Universidad son bajos, así que con su sueldo base fue poco a poco llevando su vida, ya sin comodidades, ya con tristezas, ya con un mutismo más acentuado.
Cuando hace unas semanas nos enteramos que lo habían operado de emergencia, sólo tres personas fuimos a verlo, otras dos le enviaron recaditos, y aquellos que lo propusieron hace un año para futuro jefe, se quedaron a seguir con su vida.
El lunes vino a la oficina, ha bajado 27 kilos, sus ojos verdes están más tristes que nunca, y pidió disculpas por habernos despedido tan pronto en la clínica donde estaba internado.
Ahora usa un bastón, los pantalones le quedan flojos y como si se tratara de un apestado, sólo unos cuantos nos acercamos a él. Los demás decidieron ir a desayunar, a fumarse un cigarro, quedarse en sus oficinas encerrados.
Él finje no notar nada, y platica brevemente, se apoya en el bastón y se despide, tal vez extrañando los tiempos en que todo mundo le hablaba y le pedía favores y le hacía bromas y le contaban historias o le pedían consejos...

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