lunes, 14 de mayo de 2007

¿Será una costumbre mexicana?

Cuando mamá pidió a mi padre que llevara el tequila, sospeché que estaba en otra casa, a lo mejor en un sueño. Luego, cuando llegaron los caballitos y todos brindaron, me convencí que asistía a unas de esas pocas ocasiones (contadas con los dedos de la mano (perdón, pero no hay mejor manera de referirlo)) en que mi mamá decidía seguir la fiesta.
Habíamos estado poniendo discos de acetato, recordando a 45 revoluciones las épocas cuando mi mamá se tomaba sus "aguitas de limón " (Tom Collins) y nos grababa (a mi hermana y a mí) cantando desde Lorenzo Antonio hasta Los baron de Apodaca. Todos reían de mi voz y de mi peculiar estilo: "ella llolaba, otlo día pol la mañana"...
Luego escuchamos a Los Apson, a Pedro Fernández, a Cornelio Reyna...
Pero de repente, como si nadie se diera cuenta, empezamos a representar una película mexicana de los 70's.
Mamá comenzó a llorar al escuchar "Nunca voy a olvidarte", papá quizo escuchar una canción que debíamos poner cuando él muriera, luego mi hermana pidió a Vicente Fernández y creo que también lloró.
Para ese momento yo ya estaba un poco enojado, sin poder comprender por qué en mi familia nos tiramos tanto al drama, por qué convertimos una fiesta en algo triste y por qué nos negamos a ser simplemente felices, a compartir un momento sin aferrarnos a un pasado que creemos (inocentemente) fue mejor que nuestro presente.
Agaché la cabeza y me concreté a poner las canciones que me pedían, sin embargo, hubo un instante en que no soporté más y puse música de Valentín Elizalde, Café Tacuba, El Pirulí, Napoleón... Pero sólo conseguí que aquello que había empezado como una fiesta poco a poco se diluyera entre personas que empezaban a cabecear...
Todavía, antes de irnos a dormir, mi padre me pidió dos canciones (una dedicada a mí y otra a mi hermana). Fumó su ennésimo cigarro y después (triste, sentimental, cansado y ebrio), se subió a acostar. Mamá ya tenía algunos minutos acostada, mi esposa dormía, mi hermana se sonaba la nariz y mi cuñado la acompañaba hasta la recámara.
Me sentí mal por aguar la fiesta con mi música, pero lo hice por una razón: estoy harto de las tristezas, de concretarnos a recordar buenos y malos momentos cuando estoy con mi familia, de intuir que en cada reunión (una o dos por año) hemos de terminar tristes, en vez de haber disfrutado esos pequeños momentos en que la felicidad nos tienta y siempre terminamos por despreciarla...
¿Habré hecho mal?
Al tiempo...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ay mamacita deberías trabajar aquí en Suecilandia, seguro das el gatazo; además, tienes razón, porque sufrir con lo ya sufrido.