lunes, 16 de abril de 2007

Guillermo Ochoa

Mi esposa se burlaba cuando con emoción le platicaba sobre los temas de "La vida va", de Guillermo Ochoa. Entonces, su sección se transmitía en ACIR a las 10:15 de la mañana, y la canción "Hoy puede ser un gran día", de Serrat, servía como cortinilla. Ochoa a veces hablaba de literatura, otras de cine, de guerras, de beisbolistas, de futbol, de todo lo que se le antojara, pero la mayor de las ocasiones nos obsequiaba una frase que nos permitía continuar el día con optimismo.
Hace meses que no escucho esa estación de radio, pero en marzo salió el periódico El Centro y para mi sorpresa encontré entre sus páginas a Ochoa, así que no tuve más que agradecer ese acierto editorial.
Reconozco que el señor no siempre escribe inspirado (incluso me falta su voz para poder comprender del todo sus vidas que van), pero me es imposible dejar de leerlo cuando hojeo el periódico.
La semana pasada, por no ir muy lejos, escribió acerca de las cenizas de su padre y sobre el ritual que pensaba llevar a cabo para deshacerse de ellas. Al final, narra cómo terminó mojado en su hotel y viendo las cenizas de su padre yéndose a las alcantarillas. Mientras tanto, reza un padre nuestro y posteriormente pide servicio al cuarto.
No sé si la historia haya ocurrido como la narra Ochoa (y no me importa saberlo), sin embargo, cuando terminé de leer la columna estuve a punto de llorar de la emoción (y perdonarán el lugar común). Fotocopié "La vida va" y la guardé para enseñársela a mi esposa. Luego, ya más relajado, la releí y volví a sufrir y a reirme con las peripecias de Guillermo Ochoa. Era como si sus palabras lograran que me pusiera en su lugar y viera a mi padre convertido en cenizas, yendose por la cañería.
Por eso, al menos ese día, deseé con todas mis fuerzas (y aquí perdonarán también la frase hecha) escribir como Guillermo Ochoa, pensando en que un hipotético lector se pusiera en mis zapatos, o en los de alguno de mis personajes, y después de llorar o reir, imprimiera o fotocopiara lo que yo había escrito y creyera que aquello era justo lo que quería compartir con las personas que ama...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mmm, ahora si que cada quien le "reza a su santo", yo me leo casi siempre a Juan María Alponte, me fascinaban sus clases y aunque eran ya entradas en la noche de 8 a diez martes y viernes no me perdía por nada sus claes. Hoy regreso al salón de clases vía su columna en El Universal. Te entiendo mi querido Miguel.
Ró.